SUEÑO DE AMOR ETERNO // PETER IBBETSON

Después de las náuseas provocadas por THE COVE, mi cuerpo me exigía algo más tranquilo, reposado, relajante incluso. Y como por ahora mi nueva videoteca de películas relajantes tiene poco, FdeCine me pasa un clásico de 1935 «sin pretensiones, para asentar la comida y ya está».
Y me encuentro con Henry Hathaway, un Gary Cooper en la década de los 30 y una película que habla de lo que siempre me ha apasionado: los sueños. En esta ocasión, la historia comienza en la infancia de los protagonistas, dos niños y vecinos que se odian porque se aman y son obligados a separarse. Ya desde el principio, mi cuerpo estaba predispuesto, única y exclusivamente, a pasar la sobremesa con esta película, pero los niños, Missey y Gogo, son tan adorables (con todas las connotaciones) que ya se te clava el primer clavito en el lagrimal en esa despedida forzada, emotiva y con fracasada huida a los árboles.

Con reminiscencias del cine mudo en forma de títulos explicativos, la película nos traslada al presente (del film) y nos encontramos con todo un Peter (a.k.a. Gogo) convertido en arquitecto con muy buen porvenir, pero eternamente triste y melancólico. Y Missey es ahora «esposa de», también triste, sin emoción por nada. Se reencuentran por casualidad con una secuencia maravillosa donde sólo un «crick» y un «crack» les devolverá a la infancia y les abrirá un futuro incierto.

Como en todas las películas de la época, los acontecimientos se suceden sin dejar ni un momento de respiro al espectador. Hay pistolas, juicios, cárceles, palizas y una condena perpetua que parece acabar con la historia de amor. Pero es cuando surge el lado mágico del film. Y entran los sueños en escena.
Los protagonistas pasearán su amor más allá de la realidad, encontrándose, viviendo y amándose mientras duermen.

Una idea sencilla aparentemente, pero con una gran fuerza y que me ha cautivado. Eso, y la fotografía también institucional donde en todo momento los protagonistas aparecen cuidadosamente iluminados, perfectamente maquillados y «naturalmente» perfectos. Por algo participan del star system de la época.

Romanticismo aparte, la película me ha parecido una preciosidad. Con ese toque fantástico, onírico, con esa transparencia en los barrotes de la cárcel, que supongo maravillaría al personal en la época, como lo ha hecho conmigo, en pleno siglo XXI.
Una horita y media de cine clásico en todo su esplendor. Perfecta para mi estómago y mi cerebro trastornado. Y una gratísima sorpresa que agradece mi pobre bagaje cinematográfico.
Crick.

F: 4  B: 7

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