Aceptamos. Junto a TOY STORY 3 y CANINO, TWO LOVERS se perfila como la tercera mejor película del año, sin duda.
A pesar de mis reticencias por el cartel, confieso que he vivido casi dos horas de pura magia cinematográfica. Especialmente, gracias a la interpretación de un soberbio Joaquin Phoenix con un difícil papel de perturbado/enamorado (lo mismo da), desequilibrado emocionalmente. Sus intentos (torpes, tiernos, adolescentes, inseguros, como los de todos) por seducir terminan por llevarle a decir directamente la verdad (algo que siempre he mantenido como la mejor de las opciones) a esa femme fatal con la que mantiene unas conversaciones de ventana a ventana puramente poéticas, inalcanzables. Comprendemos las palabras viendo la reacción del otro interlocutor mientras observa y se deja observar desde la otra ventana.
Porque las miradas en esta cinta lo dicen todo, incluyendo la de esa ex que se fugó y que mantiene su esencia en la habitación de Leonard, o esa madre que mira impasible desde la foto cómo su hijo, a quien adora, consigue besar a la que será su final menos malo, a su pesar.
También Paltrow se reivindica aquí como actriz con carácter y con facilidad para expresar los sentimientos que atesora por esa esclavitud autoimpuesta que es el amor (¿?) no correspondido del todo.
Escenas de amor y odio que se viven con la misma descarnada intensidad; dos actos, el del supuesto amor en la azotea y la despedida en el patio de la casa, duelen por igual, aunque por diferentes motivos.
Me quedo con la aceptación final de su derrumbe, allí sentado en el salón, en la fiesta de año nuevo en casa de esos padres que le temen, le protegen y le quieren a pesar de todo, mirando a la nada, con esa sonrisa bobalicona de quien lo ha perdido todo y ve su vida arrastrada hacia la mansedumbre, hacia la seguridad, evitando el riesgo que es lo que nos quema y nos mata, pero, qué duda cabe, a la vez nos mantiene vivos.
F: 4 B: 7